lunes, 21 de febrero de 2011

Juguemos

Juguemos a que tu nombre no te gusta. Y que te llamarías de otra forma. Como quieras, no sólo un nombre de persona.

Juguemos. Juguemos a que no te gusta mi nombre y me escoges uno que se te parezca más a mí. Y yo haré lo mismo para tí.


Y entonces, juguemos a ser esas nuevas personas sólo entre nosotros. Esos serán nuestros nombre ssecretos. No podremos usarlos frente a nadie, ni siquiera frente a tus papás. Sí, así debe ser porque con esos nombres, sin jerarquías familiares (sin "tía", o cualquier otra etiqueta que nos ubique en un pedestal dentro de la escalera de la familia), descubriremos el mundo.

Te enseñaré a hacer collares de pasta: verás a qué huele y qué se siente cuando pintas con colorantes vegetales. Y verás qué se siente cuando tocas la pasta sin cocinar, la que siempre te hemos hecho comer reblandecida.

Haremos muñecos rellenos de arroz. Y otros con pinzas d eropa. Y te deleitarás con la textura de los hilos, los estambres, los papeles, las telas y las demás cositas que utilicemos para fabricarlos.

Y te enseñaré lo que sé, de las muchas cosas que podríamos descubrir juntos. Sólo nos basta tener nuestros nombres secretos para irnos juntos, volando o corriendo entre lo conocido, lo nuevo, lo descubierto y lo que aún no sabemos.

Escrito el 21 de febrero de 2011

martes, 15 de febrero de 2011

Nana para tí

Oigo una canción de Kevin johansen que suena lenta y apaisadamente, como una nana con capacidad de calmar y alimentar espiritualmente a cualquiera: "El círculo".

... y pienso en las nanas infantiles para cantarte a tí.

Me doy cuenta que, salvo las de mi infancia, no tengo ninguna que ofrecerte.

Y las que poseo, son mías a fragmentos. De ellas poseo los trocitos que más me gustaban a mí, estando pequeña. Así que no me servirán de mucho para cantártelas.

Se me ocurre que pudiéramos completarlas entre las dos. También, me doy cuenta, tu mamá podría cantártelas completas porque, siendo mi hermana, mis canciones son también sus canciones de la infancia.

Y, así las cossa, no podríamos completarlas usando nuestra imaginación: ya te sabrías el final.

Me quedo pensando, entonces, en la vergüenza de mi ignorancia.

Pienso en lo importante que son los cuentos y las canciones que uno recorta, pega, pliega, deconstruye y atesora en su infancia. Tan importantes son que, aunque no las leas más nunca, pueden quedarse por años en tun cabeza. Años y décadas hasta que el mensaje que te dejen te sirva para algo.

Y pienso y pienso en tantas cosas que, creo, te regalaré sólo aquellas canciones que me sepa (aunque sólo sean las del Johansen, Serrat, la Echeverri y Lila Downs) y, en caso de duda (o sólo por gusto), inventaremos las que nos dé la gana, usando nuestras imaginaciones y los fragmentos de canciones que tu tía se sepa.

Escrito el 15 de febrero de 2011.